Hemos hablado mucho de esta casa, que, si antes del blog era desconocida para muchos jerezanos, incluso para aquellos que amaban su patrimonio, a partir de ahora será tan conocida como Riquelme... o al menos eso esperamos y por motivos muy semejantes, pues ambas son, "ex-equo", el fruto de la mala gestión del patrimonio ciudadano que se está llevando a cabo desde hace, como poco, treinta años. Eso, sin contar todo lo que hubo antes, claro está. Y sin olvidar la culpa que todos lo jerezanos tenemos en estos asuntos que son comunes a todos los ciudadanos, como es el respeto a nuestra propia ciudad.
Si Riquelme es el abandono en su grado más extremo, "El Cristo" es una imagen del atropello que, por parte de constructores, arquitectos y Ayuntamiento, se sigue llevando a cabo, al convertir una preciosa casa del siglo XVII, que nos había llegado completa, en esta especie de adosado del siglo XX.
Su aspecto, tanto exterior como interior, era muy parecido al de la casa de la Cruz Vieja nº 17 que mostramos en una entrada anterior con la idea de que quede constancia pública de su estado actual y su enorme categoría e importancia.
Esta de la calle Pollo, como era habitual, se articulaba en dos patios (apenas ha quedado uno en pie), dos plantas y se completaba con la bodega que cayó para meter más pisitos en su hueco. Los balcones, decorados con las tradicionales orejetas, eran ejemplo perfecto de las formas de los años centrales del XVII (ni rastro). La escalera que comunicaba los dos pisos, está por una nave perdida, caso de que siga existiendo, pues el constructor parece ser de cuidado y, lo que fue una escalera señorial hoy aparece cubierta con ese "artesonado" que parecen impropio de la casa que fue.
La horrible reconstrucción interior no ha respetado nada de lo que hubo, han arrasado todo cuanto podría identificarla con una casa tres veces centenaria, no tenéis más que mirar las fotos y ya me diréis si "eso" se parece a una casa del XVII, teniendo, como tenéis, el ejemplo de la de la Cruz Vieja para comparar y, para eso, sólo necesitamos ojos en la cara y un par de neuronas en el cerebro... algo que no tiene mucha gente de la que interviene en nuestro patrimonio y, mucho menos, el responsable de dar los permisos para hacer cosas como éstas.
Cuando hagamos nuestra Ruta de la Barbarie por San Miguel, dentro de muy poco, este será uno de los puntos ineludibles, donde veremos, cara a cara, lo permisivos e ignorantes que nuestros responsables políticos, así como algunos profesionales de la construcción, pueden llegar a ser y comprenderemos aún mejor, el porqué del nombre de nuestras rutas.
¿No quedamos en que había un PGOU? ¡¡¡¡¡Socorroooo!!!!!