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viernes, 15 de marzo de 2013

EL ENGENDRO DE LA SEMANA: ES FEO PERO ES MI PARE

- ¡Hombre, señor Diablo, desdichados sean los ojos!
- ¿Qué pasa, hombre? ¿Me echabas de menos?
- No mucho, pero ¿no quedamos, antes de que te fueras de vacaciones carnavaleras, en que me ibas a instruir en el Mal Gusto Cuaresmal? ¿No me dijiste que tú eras más de Doña Cuaresma que de Don Carnal? No sé si te has dado cuenta, pero los azahares ya están a punto de explotar y el morbo de conocerlos me tiene en ascuas.
- Pues de eso vengo, de darme mi vueltecita por el cotarro de la plaza de Peones.
- Que nombre más a propósito se le dio a esa plaza, ¿verdad?
- Pues sí. Los explosivos perfumes que lanzan al aire esta buena gente, jerezanísima toda ella, son tan de Jerez como el Gallo Azul.
- Explosivos, sí, pero no del perfume del azahar, precisamente.
- Es que, pre-ci-sa-mente, para eso mismo los tengo bien alimentados con mis condumios más indigestos: seis quilos de Hipocresía para untar en la tostada del desayuno, que la primera comida del día debe ser fuerte. Para el almuerzo, cuatro platos de Necedades adobadas al palo cortado y cinco jarras de Arrogancia para empachar a satisfacción. Y de cenar, una sopita con cinco kilos de Vanaglorias con cerezas del Valle del Jártate de reír.
- Efectivamente, explosivo de necesidad, maestro. Bueno, a lo que íbamos. Ahora que sé de donde vienes, seguro que esos engendros cuaresmales del Mal Gusto serán alguno de esos carteles que se pintan sobre photoshop y que arropados con trapo barato y cornetas y tambores te los venden como obras Dalinianas, de Kandinski o de Robert Cappa, o de la madre que los parió. Pero, que digo, que saben ellos de "Realismos Mágicos" o Robert Cappa, a lo sumo obra de Pereiras en una mala tarde…
- Engendros al corte y confección los llamo yo, pero no son estos los que te quiero llevar a ver.
- Serán las coplas-marchas, entonces. Esas que hacen llorar a la Piedad y a las tres Marías más que cuando ven caer los chuzos de punta en la tarde del Viernes Santo.
- Engendros tan canallas como Kani-llescos; te hacen pasar un Calvario auditivo vengas o no de la Casa de Pilatos. Pero tampoco. Tampoco llegan al sublime grado de perversión que busco.
- No sé adonde me quieres llevar, amigo Diablo, las oscuridades de tu Mal Gusto me ciegan por completo. ¡Ya lo sé! ¿Los pregones que riman candelería con mare mía, olé con Jerépenas con carnes morenas, o Jerusalén con ¡A esta es!?
- Ni a esta tampoco, discípulo mío. Hoy tus neuronas patinan más de los normal. ¿Te has fumao algo? Deja tranquilos a mis académicos del ¡Diosmío! rumiando versículos satánicos alcanforados, no sea que se les corte la digestión; que el pregón está a las puertas del Villamarta.
- ¡Dios me libre! (me dije para mi). Como no sea, entonces, la entonada presentación de uno de esos vestiglos de corte y confección, entreverados con las fusas, semifusas y  confusas notas pacololescas… No sé ya que mayor engendro del Mal Gusto nos puede ofrecer tu querida Doña Cuaresma.
- Agggg! ¡Por todos los condenados por prevaricación y recalificación de suelos! ¡Un poti!, discípulo, ¡un poti!, ¡que parece que no te enteras!
- ¿Un puti? Ya sé que los Diablos no guardáis el precepto de la abstinencia cuaresmal, pero no sé qué tiene que ver el correrse una juerga a lo Berlusconi con destrozar los preceptos del Buen Gusto artístico.
- ¿Qué estás de cachondeo? ¿O es que otra vez el subconsciente te juega una mala pasada, discípulo?
Sí, es feo, pero es mi pare...
- Ni cachondo ni de cachondeo. Creía que los cachondos eran los diablos. Pero ¡ah! que tú eres diablo del Mal Gusto, se me olvidaba.
- Un poti, según la definición del Diccionario cofrade de María Molíaner, es “aquella imagen de un Bulto rotundo que representa una imagen sagrada, principalmente de Jesús Cautivo, que es utilizada por las agrupaciones y protocofradías de Viernes de Dolores para que los chavales se diviertan sacando un paso por las calles del barrio”. Para otro día dejaremos la astracanada Imaginería Sacra “Pasarela Cibeles” y el no menos vulgar “Arte cristiano macarra-bajo andaluz.

Nuestro recorrido lo comenzaremos por la iglesia de San Dionisio...


"El Despojao": de poti a "embellecer" la iglesia de San Dionisio.



Nota: Hoy, Viernes 15 de marzo de este desgraciado año de 2013, en la Casa de Exorcismos de la hermana Jerónima cantamos el Te Deum Laudamus para dar las gracias a Dios Misericordioso por haberse dignado suspender el horrendo castigo que la posesión diabólica de nuestro querido amigo, cuyo nombre no revelaré por vergüenza ajena, estaba produciendo a todos los que leían este blog. Aquí dejó de escribir su relato sonámbulo, en el mismo y preciso momento en el que la prestigiosa monja exorcista extrajo con tenazas, y con no poco trabajo y tiento, el molesto tabardillo del Inframundo del Mal Gusto que se había apoderado de su cuerpo y mente.
            Arrepentido de sus escritos, en aquella Hora suprema, mi amigo me hizo prometer que borraría todo cuanto había publicado en este blog. Pero recapacitando que mayor daño al Buen Gusto era el borrarlos que el sufrir su lectura, he resuelto dejar que se conserven para eterna memoria y seguro aviso del irrefrenable poder que el demonio del Mal Gusto gozó, goza y, desgraciadamente, gozará sobre esta ciudad de Jerez de la Frontera.

"¿Dónde está el Diablo ese ?, que me lo como" (hermana Jerónima).


Juan Antonio Moreno Arana


domingo, 24 de febrero de 2013

EL ENGENDRO DE LA SEMANA: LO PAGARÁN CARO



El inesperado susto con que finalizó el sabroso coloquio de las casas encaramadas hizo recordar al Diablo sus otras necesidades. Así que se despidió diciendo que se iba al Carnaval de Cádiz. Me auguraba que con su tipo arrasaba siempre en estas fiestas de disfraces y que no me extrañase si tardaba en volver, porque, decía, no hay diablesa al ron cubano o monja divertida escapada del instituto que no se rindiese a sus encantos. Y buenos deben de ser, porque hasta hoy no se le ha visto los cuernos por estos pagos. ¡Ni un duque le gana empalmando carnavales!


El Diablo infiltrado en el Falla
Antes de pirarse con el rabo tieso, me dejó encargado de sus engendros jerezanos, prometiendo que cuando volviera me instruiría en otro tipo de espantajos que se dan en estos tiempos cuaresmales, que por ensueño ya teníamos encima. ¡Dios!, tiemblo sólo de pensarlo y de tener que contarlo. Pero todo sea para chafar las esperanzas a los endemoniados del Mal Gusto de Jerez de alegar ante la Justicia Divina  -la Terrena está muerta- que no sabían que llevaban dentro la semilla del Mal Gusto.

El diablo me contó, para que diera mi promesa de cumplir con su mandato, que en el Infierno esperaba a estos violadores del Arte una olla humeante. Y me contó, para que me hiciera una idea de lo que les esperaban, cómo los usureros asaltajubilados eran quemados con sus trajes y corbatas con la muy justa finalidad de calentar con su crepitante rescoldo el sobrecogedor puchero que tomaban a diario allí abajo: un caldito cocinado a base de criminales al punto de nieve colombiana y ejecutivos de banca con jet privado a las finas hierbas. Un manjar de diablos que los desestructurados chefs infernales (que los cocineros también van al infierno) maridaban con políticos untados en manteca verde, salsa valenciana de amiguitos del alma y jueces bien cohechos (que no bien cocinados). Por verlos así, yo dí mi palabra al diablillo de que lo contaría todo, todo.

Dándole vueltas a esto de crisis económicas y de valores, que una va unida a la otra, como de manera premonitoria, paré mi deambular y alcé la vista. Vi, entonces, que estaba pasando delante de unos de esos establecimientos que con las tiendas asiáticas o de Chinos han hecho eterno agosto desde que España despertó del dorado sueño del cemento armado: las tiendas de Compro Oro. Que son pura progenie del diablo del Mal Gusto nadie debe dudarlo.

A ver que me aclare: ¿Qué es lo que se compra aquí?
Era este COMPRO ORO, sin menospreciar otros especímenes que abundan como granos en cara de adolescente por nuestro casco histórico, un regodeo continuo e impune en esa venenosa combinación de negro y amarillo que tanto caracteriza a estos establecimientos. Colores recurrentes aliados de una agobiante cartelería, que inunda las puertas, las ventanas, las paredes, todos los recovecos, en fin, de una interesante y antigua casa de tipo popular, una reliquia -algo demacrada ya- que aún queda en la zona. 

La miraba de arriba abajo, de abajo arriba, por todos lados, y no podía creerlo: para dar “realce” a esta “fina” cartelería, los endemoniados compradores de oro habían pintado de blanco la ya anteriormente desfigurada parte baja de este histórico edificio, dejando con su color albero la planta alta. El resultado del conjunto, que se agarra a la vista, es demoledor. Así que la diabólica moraleja de este engendro es obvia: que la piqueta no es la única que derrumba el Patrimonio jerezano.

En fin, que el febril COMPRO ORO ahí sigue, desgraciadamente para nuestra economía. Pero lo peor no es que dañe la vista e incumpla las normativas sobre ornato público. Lo peor es que, como pasó con el Palacio de Oro, (también de oro tenía que ser) y con tantos otros de tan mal encarada calaña estética, cuando cierre, que cerrará más pronto que tarde, sus fastuosos carteles de COMPRO ORO seguirán por mucho tiempo deslumbrado con un prometido Dorado que nunca existió. ¿Qué apostamos?



¿Quién dices que lo paga más caro?




Juan Antonio Moreno

martes, 22 de enero de 2013

EL ENGENDRO DE LA SEMANA: EL EXTRAVAGANTE Y ENCARAMADO COLOQUIO DE LAS CASAS


Por aclamación popular continuamos con la sonámbula historia  del Engendro de la Semana, la entrada que sale cuando le da la gana.

Salimos de la abatida Catedral, lugar de regocijo del diablo de Mal Gusto y estrado del cual han salido y saldrán no pocos condenados a lo más profundo de las luciferinas cavernas donde penan los que pervierten las divinas proporciones y el decoro sacro. Junto al monumento a Juan Pablo II, el destartalado diablo, ahíto de tanto engendro, dio un oruto en toda mi cara. Su amortajado aliento me hizo perder la conciencia.

Cuando desperté del piadoso sueño -que para mí, después de lo que había visto y vivido desde que se me presentó el maldito diablo del Mal Gusto, lo era-, desperté a la pesadilla de la realidad. Callejeábamos por el demacrado barrio de San Miguel. Nos habíamos encaramados en una de sus calles, cuando el diablo se detuvo y exclamó con tono didáctico: “Ahora vas aprender como se desfigura un centro histórico”. Al oírlo me di un par de manotazos en la cara para ver si despertaba. El intento fue inútil.

“Para ello existen dos opciones: la primera es elegir una casa, si es palacio o casa de vecinos del XVIII mucho mejor. Se la vacía de personas y se la deja abandonada a su suerte”. “Suerte que será mala, por supuesto”- me dije para mí.

“Del Ayuntamiento no hay que preocuparse. No le importará un pimiento mientras tenga al corriente sus pagos de impuestos. Como bien sabes, los regidores municipales han sido y son mis alumnos más aventajados y fieles en esta tarea. A partir de ese momento entrarán por sus puertas y ventanas mis otros aliados: el Tiempo, que no deja piedra sobre piedra, y las bestias avecindadas o transeúntes. A esta podredumbre humana no les basta con sus pocilgas y zahúrdas particulares para hallar la satisfacción plena de vivir en la inmundicia y de inmediato colonizan, como gusanos, estos cuerpos muertos donde una vez habitaron los vivos y que después compraron otros más vivos. ¡Lástima que las bestias sean seres irracionales y no los pueda llevar a mis dominios, que buena cosecha haría con ellos!” 

“La otra no hace falta que me la digas, que bien la conozco”- le dije cortándole su magistral discursito, que se estaba haciendo ya algo pesado.

“Sí, esa es -me replicó- estás aprendiendo muy rápido. Pero esta segunda lección no la vas aprender de mí”. “¿De quién entonces, maestro?”. “Ummm, ¿todavía no sabes de lo que es capaz el lado oscuro?”- me dijo dando una de sus carcajadas. Unas insultantes carcajadas a las que le respondí haciéndole un chiste malo: “Supongo que hablas del lado oscuro sobre el que te sientas, ¿no?”. “Anda, déjate de gracias, que últimamente las almorranas me traen loco. Mira, o mejor, calla y, sobre todo, escucha”.

De pronto llegaron a mis oídos palabras que por bien conocidas no eran para mí menos que inauditas. Estaba asistiendo a aquello de lo que tanto había escuchado hablar a arquitectos y urbanistas y a algunos historiadores del arte entendidos: el Diálogo entre las Arquitecturas de un Centro Histórico.


Diálogo de arquitecturas en calle Encarmada







-   Amiga, te oigo hablar y sé que te hablo. ¡Esto es un milagro!

-  Milagro no, brujería, porque encima entendemos lo que nos decimos, pese a las madres que nos parió.

-  Pues, doy gracias de poder articular palabra y que tú me escuches porque llevaba tiempo queriendo preguntarte un par de cosillas.

-    Ah, ¿sí? ¿Cuáles?

-   Allá va la primera: ¿De dónde sacó tu propietario la idea de ese remate abalaustrado? ¿De algún olvidado tratado de arquitectura?

-    ¿Tratado? ¿ezo que es? No, se fijó en los guapos chalets de la barriada rural de las Tablas, en la ampliación de la venta de Cartuja y, por supuesto, en los diseños del ínclito y jerezanísimo Jaspes Torremocha.

-  Ah!, qué suerte tienes. A mi propietario le va lo moderno, digo, lo contemporáneo. Ya sabes, eso de cortar y pegar con el ordenador una casa que lo mismo te la ponen en el centro de Bremen, en la Moraleja o al lado de una casa del Jerez del siglo XVII, como es el caso de una servidora. El arquitecto que me engendró dice que soy una casa orgánica… Y yo no me veo diferente a otras de mi misma casta.

-    ¿Orgánica? ¿Y eso por qué?

-    No sé, palabrejas para camelar al personal. Porque aquí lo único que se cría es mojo.

-    No te quejes, amiga, que ese acabado metálico te da un aire modernísimo. Además tienes mucha luz, con esos grandes ventanales. Y, por supuesto, tienes la bendición del muy pontificio consejo de sabios de Urbanismo, siempre atento, no a hacer caja, sino a promover la arquitectura de vanguardia y de autor en los cascos antiguos. Si no fuera así, aún estaríamos en las cuevas…

-   Bueno, sí. Pero hace falta dos buenos aires acondicionados, que con tanta cristalera da un solazo de cojones y esto se recalienta que no veas. En fin, todo para que seamos civilizados europeos del Norte. Qué le vamos hacer, allí hace frío, pero están en la vanguardia de la Arquitectura desde principios del XX.  Baah…!, pero el arquitecto-fotocopia que me diseñó puede decir misa. Esto es Jerez: ¡Yo lo que quiero es un revestimiento de granito colorado o beige en mi fachada, que eso es lo que se lleva ahora!

Pues mi propietario se está pensando en darme un enfoscado colorado del granito ese y ponerme una decoración guapísima a juego. Ya ha pedido presupuesto.

Cuando estábamos a punto de saber el presupuesto que el albañil le había dado al propietario de la casa de la azotea con el pretil abalaustrado de Leroy Merlin, una voz profunda nos hizo girarnos hacia nuestras espaldas. “Dios mío, ¡qué Cruz!”, la frase retumbó por encima de nuestras cabezas. Era la torre de San Miguel, que, como vigía de Jerez, había estado atenta, como nosotros, a tan disparatado coloquio. Después, el silencio cayó a plomo sobre todo el barrio.


Juan A. Moreno

jueves, 22 de noviembre de 2012

El ENGENDRO DE LA SEMANA: ANATEMA

Ay. ¿quién maneja mi barca, quién? (esta leyenda era inevitable).


Un Anatema. Esto es lo que como mínimo nos espera con la continuación del Engendro de la Semana que, con una de retraso, iniciamos con estas líneas. Afortunadamente en el Ponto, donde habitualmente residimos, los anatemas son excusables por superfluos. ¿Y qué mayor excusa para evitar la condena de Dios que la narración del verídico recorrido con otros raros e inauditos sucesos que tuve con el demonio del Mal Gusto? Una narración que no tiene otro objeto que identificar y poner sobre aviso de las diabluras de nuestro ángel caído en esta ciudad, uno de sus asilos más queridos y una de sus más fructíferas haciendas.


Admirado, pasmado, espantado y temblando salí del Palacio de Oro. A duras penas mis sentidos se recuperaban de esta experiencia extrema cuando, de repente, me vi volando por los aires junto al adefesio infernal que trataba de instruirme en sus impunes fechorías.  Subimos por Francos, torcimos hacia calle Chancillería, pero en llegando a la calle Porvera el Diablo paró súbitamente la aérea cabalgada. "Esta es la última de mis adquisiciones para vuestra ciudad"- miré, y lo que vi fue un nada disimulado letrero (vamos, que se veía a tres leguas). POLVILLO, rezaba su nombre. Con este sugerente nombre, POLVILLO, y después de la visita al Palacio de Oro concluí que este Demonio más que del Mal Gusto era el del Buen Gustazo. Mi gozo en un pozo; el establecimiento era de una cadena de alimentación. Recreándome en el rótulo no pude evitar que bailaran por el revoltillo que tenía por cabeza las sagradas palabras del PGOU. Palabras que, aunque sagradas, no conjuran a la corte endemoniada.


"los rótulos deben armonizar con la edificación y el entorno, sin menoscabar las cualidades de la arquitectura y el paisaje urbano en que se encuentren".




Poco se le escapa a un demonio y este, aunque del Mal Gusto, no lo era menos: leyendo mi pensamiento me consoló, a su manera, para que dejara de creer en el Buen Gobierno y, por supuesto, de esperar el polvillo de su pecunio: "Sí, incumplís las sagradas leyes que el de arriba le dio al venerable egipcio, que es para mí un PGOU". Y así, feliz en su impunidad, me dio un porrazo con el rabo para que dejara tan insanos pensamientos. Con el azote, un nuevo gorrión planeaba sobre los naranjos de la calle Larga. 

Alegremente surcábamos los aires jerezanos, hasta que tropezamos con la iglesia. Más concretamente con la iglesia Catedral. Entramos por la delirante escalera secreta. Ya dentro, y un poco mareado, el demonio me llevó en volandas por toda la nave. Por las bóvedas, entre las bancas, por la epístola, por el evangelio, por retablos que se esfumaban, por otros que se desmoronaban, por imágenes que olían a Titanlux..., el diablo estaba exultante en su eterna carcajada. Se sentía como en su casa, pese a ser la de Dios. Finamente, me situó delante de los dos bajorrelieves en bronce dedicados al obispo Bellido Caro, ese primer obispo de la diócesis jerezana que tuvo el infortunio de no haber muerto en la Florencia de Ghiberti o en la Roma de Bernini sino en el Jerez de los endemoniados. Con su garra de cernícalo lagartijero en mi hombro, como buen maestro, el diablo me soltó esta sabrosa parrafada que por su interés no puedo dejar de trascribir en su integridad:

"Aquí en Jerez, en el tema del Arte, hay muchos que prefieren acudir a los amigos palmeros antes que solicitar a las Musas. Así Jerez, que de tocar las palmas sabe un rato, se tiene por ciudad de artistas rematados de genuina y señorial ejecutoria, bien sea con un martillo en la mano, bien con un sombrerito de ala ancha y una bufanda de colores martirizándose unos a los otros con sus repetidas palabras, ya escritas, ya pronunciadas. O bien convirtiendo, digitalmente, lo amarillo en blanco y lo azul en gris para revelar los acostumbrados e insustanciales ya lo ví.
Con tan buen material cómo quieres que no tenga a Jerez tan bien sazonada a mi gusto como la tengo, discípulo mio". "Y el infierno lleno de los lamentos de estos infelices, maestro" - le replique.


 ¿Monseñor Bellido Caro...

...o, Han Solo petrificado?
Las laceradas palabras del demonio, junto a la espantada visión de los destemplados bronces, los estrafalarios monumentos exteriores y la huera contribución de los arquitectos del siglo XX haciendo desigual pugna con el sublime barroquismo de la Catedral acabaron desengañándome de que esto no tenía arreglo: en Jerez el demonio tenía mina para rato. 

En esto, terminó el horario de visitas. Salimos por el cancel persignándonos devotamente como beata después de misa.



Hasta la próxima, amigos.

Juan Antonio Moreno.

viernes, 9 de noviembre de 2012

"EL ENGENDRO DE LA SEMANA": EL "PALACIO DE ORO" .




Damos comienzo a esta nueva sección semanal del blog tras haber recibido la visita del Diablo del Mal Gusto, que nos cogió desprevenidos una tarde de estas cuando estábamos a punto de echar una cabezadita con la tele dando el Sálvame Diario, que al parecer es ensalmo para provocar a los ángeles rebelados de la corte celestial. 





No sé si soñaba o no, pero todo parecía muy real. El caso es que me quería fichar para su equipo de pichichis en masacrar la Armonía y la Divina Proporción; pues él, como ser espiritual, nada podía hacer en este mundo sin la carne humana. Yo le dije que ya estaba endiablado, que estaba viendo el abollado rostro de Karmele. "¿Se puede estar más endiablado?". Pero no me dio tiempo a mayores excusas. Al momento ya estábamos en la calle para que aprendiera de sus mejores alumnos jerezanos. De la mano del Diablo recorrí las calles de ese viejo Jerez para ver engendros, vestiglos y otros abortos del Arte.




Comenzamos nuestra visita con un local que pretendía ser un lugar de esparcimiento para gente exclusiva, que un inversor alemán desconocido edificó en plena calle Francos hará un par de años con uno de esos pretenciosos nombres que para el que ande mucho y lea mucho no le hará presagiar nada bueno: EL PALACIO DE ORO. La obligada escatológica rima que sigue se las ahorramos. Pero inevitable es pensar en ella porque le viene como anillo al dedo. 





"Zeñore, zeñore, entren, uztede al Palazio de Oro" -nos decía la callejera RR.PP del Palacio, tan vulgar ella como exótico el local. El Diablo me dio un empujón y entramos. Al entrar el exotismo se quedó corto. La mezcla era explosiva, delirante, mariguanesca, impensable para una persona en su sano juicio o que no estuviese endiablada. En un rincón, un salón versallesco en armoniozo maridaje con... ¿restos "mudéjares"?  No sabíamos si estábamos en un centro comercial de Dubai, en una floristeria, en un puticlub disfrazado de pastelería o en una tienda de Chinos. Se me nublaba la vista ante esta piriñaca de colores y horrores. Un cosquilleo me recorría las espaldas. Detrás de cualquier arco de esos en que se gastaron a granel litros de purpurina podía hacer acto de presencia Falete, Madame Empompadour o un jeque marbellí con cachimba y con ganas de hacer amigos y de enderezar jorobas. Por si acaso, me protegí la retaguardia.




"Ja, ja, ja, aquí hice una de mis mejores faenas"- me decía el Diablo al ver mi perplejidad. "Sí, me ha dado el Síndrome de Belén Esteban. Sí, ese que le da a la susodicha toreadora cuando se le entorna los ojos en éxtasis  cada vez que se mira al espejo tras su enésimo recauchutamiento de cara" - le conteste con sorna.




"Y sin que PGOU alguno pusiese pega; que por el Ayuntamiento también corro a mis anchas y en Urbanismo tengo patente de corso" -agregó pleno de diabólica satisfacción. "Sí, y más que vas a correr pedazo de cabestro- me dije para mí mientras me hacía cómplice de su infernal gracia con una sonrisa hipócrita.




Tras un año de cierre, el Palacio de Oro se vende. Pero su oro no lo quiere ni el moro. Allí fosilizado en una eterna Navidad sigue para pasajera tortura de los que aún no han sucumbido a las garras del Diablo del Mal Gusto. 

De allí, Diablo y el sufrido servidor nos dirigimos al lugar que se dirá en la próxima entrada del Engendro de la Semana. 





Hasta la próxima, amigos.



FUENTES:

http://ocioyturismocadiz.es/principal/palacio-de-oro/

http://www.jerezsiempre.com/index.php/Bar_Restaurante_Palacio_de_Oro

http://sobrecadiz.com/2011/06/17/el-palacio-de-oro-lujo-y-tapas-en-jerez/


Juan Antonio Moreno.