La prensa de Sevilla, esa ciudad eterno espejo para Jerez,
publica hoy un par de noticias que no sé si deben servir para darnos ánimo para continuar
reivindicando nuestro maltrecho Patrimonio o para desengañarnos definitivamente del
todo.
Ahí va la
primera: el derribo de un ático que desde hace siete años contaminaba impunemente el entorno protegido de la Real Maestranza y de la capilla del Baratillo. Contaminaba
impunemente porque, al parecer, carecía de licencia. Aunque lo que llama la atención del tema
es que es que el envalentonado ático se levantó con financiación municipal, según
parece desprenderse del farragoso artículo de prensa que citamos. Nada de esto nos debe extrañar por aquí, pues bien conocemos como se financiaron esos engendros de la
arquitectura llamados Casas de Hermandad. Lo que sí sorprende -o no- de la citada noticia es que ahora, siete años
después, con unas circunstancias económicas bien distintas, la Gerencia de Urbanismo
sevillana, con hambre de multa, salga con aquello de donde dije digo, digo Diego
y dicte el derribo de lo que un día financió.
Lástima que
nuestros áticos de San Miguel, aquellos que se erigieron indolentemente hace unos años, con
sus lindas chimeneas y sus antenas metálicas, junto al Sagrario de la iglesia
de San Miguel no ejerzan, legalmente, contaminación visual sobre el entorno de
tan emblemático hito de nuestro Patrimonio Histórico-Artístico. Legalmente, en efecto,
esa es la clave. Por esa razón, aquí no habrá un milagro como el de los áticos sevillanos. Porque ni la
catalogación como BIC, ni la propia entidad histórica y artística fueron
obstáculo para que la Gerencia de Urbanismo diera en su día la licencia a
semejante extravagancia arquitectónica. Todo es legal en estos emblemáticos áticos, y así se
nos reiteró -siempre por pasiva- en la
Delegación Provincial de Cultura. Ellos sabrán.
Los áticos del Baratillo |
La otra noticia, tan extraña y sorprendente como la anterior, se refiere a la restitución del antiguo nombre de una calle, meses después de habérselo cambiado por el del titular de una cofradía, que había presentado para ello el nada despreciable aval de 5.000 firmas. Pero, ¡oh!, asómbrense, los vecinos, sevillanos para más señas, se sienten más identificados con el antiguo nombre de su calle que con el de la citada imagen procesional. Sus denuncias, en esta ocasión, han pesado más en las instancias municipales que el poder “fáctico” de las Hermandades sevillanas. Pese a todo, y para seguir con el cúmulo de despropósitos, se cambiará el nombre de otra calle, que se remonta a mediados del siglo XIX, para que el desalojado titular de la cofradía no se quede sin su correspondiente rótulo viario. Desvestir un santo para vestir a otro, dirá alguno, y dirá bien.
Que aquí,
en Jerez, pase esto, que los jerezanos nos movilicemos para que la nomenclatura
histórica de nuestras calles deje de ser una mercadería, como las medallas y
las coronaciones, para contentar el ansia de vana notoriedad de estos y otros “poderes
fácticos”, sí que tendría visos de milagro. Y si, además, se nos escuchara
desde el Ayuntamiento, sería ya un caso paranormal para Iker Jiménez.
En resumen,
que sí, que hay motivos para que Jerez se mire y se remire en el espejo
sevillano, como lo ha hecho desde su “incorporación a la Corona castellana”, pero
para seguir llorando.
Juan Antonio Moreno.
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