Sarcásticos sí, porque a
quién, contemplando cómo se eleva sobre Jerez, año tras año, el
acebuche del torreón de la calle muro no se le viene al recuerdo los también inmortales versos de Miguel Hernández dedicados a los
aceituneros de Jaén. Quién, viendo su retorcido tronco coronando
nueve siglos de Historia, no rima Jaén con Jerez. Quién, al ver ondear
sus ramas al viento, no descifra el emblema de la Dejadez y se pregunta, como
el pastor de Orihuela, ¿quién levantó, quién amamanto, de quién
es este Getsemaní sin Prendimiento ni lluvias de saetas?
Los cipreses quisieron salir en la foto... |
La Indiferencia, ese sino de nuestro Patrimonio. La indiferencia de ese Jerez ausente, que ni está ni se le espera. Un Jerez miope que no ve ni quiere ver más allá del dintel de sus casas o de la barra del bar de la esquina. Los bares, esos lugares de ocio etílico donde el jerezano medio ejerce de jerezanía, donde se pone hasta arriba y se viene hasta abajo y donde brinda por su jerezanismo acomplejado: “No somos menos que Sevilla; los sevillanos tendrán como gloria patria a su Turris Fortíssima, pero nosotros tenemos las Turris Verdíssimas, que son más ecológicas y más flamencas. ¡Ole, ole! ¡Viva Jeré! y olé”.
Juan A. Moreno
NOTA: Esta no es la primera vez que hablamos de las murallas de la calle Muro:
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