lunes, 6 de junio de 2011

PLAZA ALADRO, QUE LA BLANCA PALOMA NOS GUARDE DE ALCALDES Y ESCULTORES







Cuando las carretas van ya camino del Rocío, es imprescindible ocuparse de la señera imagen de la Blanca Paloma con la cual nos han obsequiado a todos los jerezanos. Esta figura está realizada, como todas las demás de las que hemos hablado en estas últimas entradas, en el material noble por antonomasia, el material amado por los griegos como símbolo de eternidad: el bronce.


Sin embargo, este material destinado a representar la perennidad de dioses y mitos en el mundo clásico, resulta chocante para nosotros, acostumbrados a la madera policromada para nuestra escultura religiosa. Incluso griegos y romanos colorearon tan oscuro material para darle vida y naturalismo a los seres representados por ellos.


La Blanca Paloma, en este caso, ha resultado negra por el color del bronce. Y por lo inadecuado de su ubicación, la tapia del Palacio de Domecq por el lado de la Plaza Aladro.



La Virgen no molesta en ninguna parte, pero es que, en este caso, el lugar elegido es tan inadecuado como el de las otras esculturas que hemos estado comentando. Sin olvidar que, como estatua, deja bastante que desear, viendo sus proporciones y su aspecto oscuro y sombrío que no invita a la devoción. El conjunto, completado con una verja anti-gamberros, resulta digno de un panteón fúnebre, completamente inadecuando.


En los siglos pasados, las calles estuvieron llenas de pequeñas capillas en las esquinas que, además de sus funciones devocionales, estaban iluminadas con una pequeña lucecita, haciendo menos oscuras y terroríficas las calles antes de que el alumbrado fuese público. En Amberes (Bélgica) se han conservado muchísimas de estas, mientras que en nuestro país, tan modernismo, se han perdido todas.


Sin embargo esta imagen no responde ni al encanto de aquellas de las esquinas ni a la belleza luminosa de su original, datable en el siglo XIII y dotada de la gracia y el naturalismo humano y amable propio de la escultura de esas fechas. Su presencia no aporta nada nuevo ni interesante a este lugar ni tiene la calidad que la haría acreedora de esta ubicación.


La Plaza Aladro se ha conservado milagrosamente en cuanto a su espacio central se refiere, porque en cuanto a su entorno, hay bastantes desastres que comentar.







Resaltamos, el gusto ancestral de nuestros munícipes por obstruir las "vistas" de los espacios destinados a tenerlas con sus inoportunas pancartas o "chimbolos" varios, como éste de la foto de más abajo, con esas publicidades que diatraen de la belleza del lugar y entorpecen horrorosamente la visión cuando se va en coche.


Algunos inevitables ladrillazos en su lado opuesto, dan muestra de la afición favorita de nuestros munícipes de franquismo y democracia, léase Miguel Primo de Rivera y Pacheco, al mismo tiempo que el absoluto desinterés de éstos por conservar los restos de la arquitectura de pasado, como esta casa, un poco más arriba, pero visible desde la plaza, de la cual ya hablamos en una entrada del verano pasado.


Y ahora no me acuerdo, pero seguro que Mister Ladrillazo (Pacheco) guardaba en sus cajones algún proyecto renovador hipermoderno para esta plaza, como lo tenía también para el Arroyo que no se llegó a destrozar, pero que arruinó tantas otras, como la de San Andrés y Cristina.


Se fueron esos cuervos gracias a Dios, pero no sabemos "la que se avecina" con Doña María José.


Nos encomendaremos a la Blanca Paloma, pero a la de Almonte, porque ésta...en fin...qué mas vamos a decir.


Que no nos destrocen nuestras plazas ni nuestras calles... ¡¡¡¡¡Jerezanos!!!!





Esperanza de los Ríos






















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