La basura habla de nosotros con mayor claridad que nuestras palabras.
La basura son nuestros hechos, el rastro que van dejando nuestros pasos sobre la tierra, el recuerdo más primario de nuestra vida física y material.
Son los elementos que nos permitieron alimentar los cuerpos dedicados al disfrute de un presente que creemos eterno, pero que sólo es eterno en cuanto a lo mucho que tardan en desaparecer. La "botellona", los restos de un desparrame sexual, una noche de sueño entre trapos viejos, todo eso permanece como un campo arqueológico maloliente entre las casi demolidas paredes de esta calle, que tan mala vida está llevando de diez o doce años a esta parte.
Estas imágenes nos hablan de personas que, sin dudas, gozaron durante su estancia en esta calle, que en ella bebieron y comieron, dando muestras de su desaseado paso por esta ciudad, donde no hay límites para el atropello de lo público.
Este desafuero es un serio problema para los vecinos y empresarios que intentan sobrevivir en ella pues, como hemos dicho otras veces, parece un territorio en guerra.
Nuestro paseo comienza con la que fue casa de los Navarro, retablistas del siglo XVIII de airada pero laboriosa vida, cuyos aspectos mas salvajes parecen haberse reencarnado en los restos de "botellona" y juerga que asoman por sus ventanas.
Un poco más adelante, se encuentra el gran edificio bodeguero que fue propiedad de la familia Parra y que en época del "Alcalde por antonomasia" estuvo a punto de ir al suelo para hacer pisitos, a pesar de que conserva restos de construcciones del XV, XVI y XVII, llegando desde esta calle hasta la calle Canto y del cual hemos hablado en otras entradas.
Justo al lado de este "cuadro viviente", (bulle de vida, roedores y gatos luchan por la supremacía territorial y alimenticia), vemos un vallado que lo separa del antiguo y ahora inútil Cine Astoria; éste sirve también como basurero complementario, que pronto alcanzará el alto nivel de su precedente.
En el mismo edificio ruinoso, algunos metros más adelante, en la calle Vid que linda con el convento de la Monjas de Gracia, una especie de alambrada separa al caminante de las ruinosas paredes cuya esperada caída será una alegría para los de siempre. Pues incluso este espacio acotado se ha convertido ya en muladar. Un cartelito, de la anterior corporación municipal, prohibiendo depositar basuras queda de lo más propio en medio del caos.
Los transeúntes de la calle, vecinos, bolizas y turistas en una proporción difícil de determinar, no se giran para mirar tanto deterioro, sino que se sorprenden al ver a quien esto escribe, fotografiando detenidamente las basuras.
Nuestros munícipes son un desastre, pero quienes han ensuciado esta calle y humillado a su ciudad de esta manera, son unos malnacidos puercos. Ya sabemos que no hay dinero, pero cuando lo había, es cuando se llevó al casco histórico de Jerez al colapso en que se encuentra ahora. Y los ciudadanos se quejan para nada porque nadie les oye, mientras que aquellos visitantes que se atreven a andar por estas calles te comentan espantados: "El centro histórico de Jerez solo está esperando a terminar de ser derribado". Mientras, otra voz te dice "Mucha protección no es buena para las ciudades" (¿os imagináis la profesión y el organismo al que pertenece quien opina esto?).
Lo peor es que lo sabemos.
¿Pensabais, amigos lectores, que ya no podíamos caer mas bajo en cuanto a Patrimonio se refiere? Pues ya lo veis, siempre podemos ir a peor, esperad a que llueva o simplemente, a que pasen unos meses.
Esperanza de los Ríos.
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