CARTAS DESDE JEREZ
Mi muy estimada Elizabeth:
Tengo que pedirte disculpas por haberme marchado de forma tan misteriosa pero leí una noticia turística sobre una Ruta de la Barbarie en Jerez y no pude resistirme. Bien sabes que me rechifla todo lo relacionado con los bárbaros, ese conglomerado de pueblos celtas que aniquilaron al Imperio Romano. Así que me cogí un avión y, tras chiquicientos transbordos, llegué por fin a la ciudad de Jerez de la Frontera.
Aún estoy impactada por todo lo que he vivido, ha sido la experiencia turística más profunda de mi ya longa vida. Acostumbrada a recorrer cascos urbanos embellecidos artificialmente, diseñados para generar turismo, lo que he encontrado en esta milenaria ciudad ha superado todas mis expectativas. Pero, vayamos por partes.
Nada más llegar a su aeropuerto de juguete ( ¡fíjate que no tienen ni guaguas y los viajeros tuvimos que salir andando!) me dí cuenta de que los andaluces son unos chuflones. ¿Te puedes creer que tienen menos sol aún que nosotras? ¡Tanta publicidad sobre el sol andaluz y llovía! Fue el sábado, 20 de noviembre de 2010, y aquello parecía Galicia. ¡De sol nada, en fin!
Encontré en el mismo aeropuerto un punto de información turística y me empapé de la cultura local (vino, toros, caballos, flamenco y fórmula uno). Mentira, todo mentira para reirse de los turistas. Tópicos porque en ninguna calle encontré ni toros, ni coches de caballos, ni vino, ni un triste flamenco bailando o cantando. Ni por supuesto a Fernando Alonso parado en algún semáforo con su Ferrari.
Resumiendo, pues se me está acabando la batería del portátil, me di un amplio paseo por su centro histórico y aluciné. Está catalogado como Monumento, o algo así pero esto parece que lo hayan bombardeado. No te puedes perder esta visita, Jerez tiene mucho encanto, está lleno de edificios históricos que, seguro que con mucho esfuerzo por parte de sus administraciones, consiguen mantener en estado natural. Nada de centros históricos adornados y limpios, en estado natural, todo sucio, acharolado, lleno de ratas, de pintadas, de…
Me quedé muy impresionada. Ya estaba cansada de tanto monumento en condiciones, por fin pude recorrer un centro histórico viviendo la sensación de estar en el Medievo. Aunque creo que se han pasado un poco, no hacía falta tanta suciedad, tanto abandono. Cuando pregunté a un amable viandante cómo conseguían mantener sus monumentos en ese estado tan auténtico me dijo que lo conseguían trabajando por turnos. Enhorabuena a los jerezanos por el esfuerzo que hacen para mantener su historia de forma natural y sorprendente.
Coincidí con un centenar de curiosos con paraguas que iban de monumento en monumento, según entendí se trataba de los integrantes de la Ruta de la Barbarie. Estuve poco tiempo con ellos, se metieron en un palacio en perfectas condiciones donde me sentí decepcionada. Todo tan limpio, tan cuidado. Un señor con bastón, que seguramente debía ser el propio marqués, ejerció de cicerone mostrándonos bellísimas habitaciones mudéjares, patios renacentistas, cuadros de gran tamaño, imágenes de siglos pasados y un sinfín de maravillas. Sé que no era un museo porque no cobraron entrada, realmente es un palacio extraordinario, bien mantenido porque parece que viven dentro de él, según escuché cosa de los Domecq Zurita.
Son gente que no va con el modernismo, ¡a quién se le ocurre tener un palacio en tan buenas condiciones cuando la moda en Jerez es demolerlos por dentro y llenarlos de escombros y basura! Estos marqueses es que no entienden de turismo. Recuerdo que nos enseñó un supuesto árbol de la vida mexicano, que dicen que fue el que México tuvo en una exposición de Barcelona. Entre tú y yo aquello no era un árbol, pues era de barro cocido, pero quedaba bonito.
Allí dejé a este grupo de jerezanos que quieren una ciudad limpia y un centro histórico donde sus monumentos no sean demolidos, una ciudad cuyas edificaciones modernas respeten la estética de los rincones donde se construyen, una ciudad que mantenga su pasado que es la única manera de conservar las raíces, una ciudad sin ladrillazos.
Me perdí por mi cuenta recorriendo callejones llenos de pintadas y que son usados como servicios públicos, de calles llenas de ruinas y de auténticas becerradas de pisos posmodernos junto a edificios mudéjares. Te dejo, la batería se me agota, ya te contaré otras cosas que descubrí en esta fascinante ciudad donde un grupo de idealistas se ha empeñado en conservar su patrimonio, por ellos y por sus hijos.
Date por besada, nena.
Mi muy estimada Elizabeth:
Tengo que pedirte disculpas por haberme marchado de forma tan misteriosa pero leí una noticia turística sobre una Ruta de la Barbarie en Jerez y no pude resistirme. Bien sabes que me rechifla todo lo relacionado con los bárbaros, ese conglomerado de pueblos celtas que aniquilaron al Imperio Romano. Así que me cogí un avión y, tras chiquicientos transbordos, llegué por fin a la ciudad de Jerez de la Frontera.
Aún estoy impactada por todo lo que he vivido, ha sido la experiencia turística más profunda de mi ya longa vida. Acostumbrada a recorrer cascos urbanos embellecidos artificialmente, diseñados para generar turismo, lo que he encontrado en esta milenaria ciudad ha superado todas mis expectativas. Pero, vayamos por partes.
Nada más llegar a su aeropuerto de juguete ( ¡fíjate que no tienen ni guaguas y los viajeros tuvimos que salir andando!) me dí cuenta de que los andaluces son unos chuflones. ¿Te puedes creer que tienen menos sol aún que nosotras? ¡Tanta publicidad sobre el sol andaluz y llovía! Fue el sábado, 20 de noviembre de 2010, y aquello parecía Galicia. ¡De sol nada, en fin!
Encontré en el mismo aeropuerto un punto de información turística y me empapé de la cultura local (vino, toros, caballos, flamenco y fórmula uno). Mentira, todo mentira para reirse de los turistas. Tópicos porque en ninguna calle encontré ni toros, ni coches de caballos, ni vino, ni un triste flamenco bailando o cantando. Ni por supuesto a Fernando Alonso parado en algún semáforo con su Ferrari.
Resumiendo, pues se me está acabando la batería del portátil, me di un amplio paseo por su centro histórico y aluciné. Está catalogado como Monumento, o algo así pero esto parece que lo hayan bombardeado. No te puedes perder esta visita, Jerez tiene mucho encanto, está lleno de edificios históricos que, seguro que con mucho esfuerzo por parte de sus administraciones, consiguen mantener en estado natural. Nada de centros históricos adornados y limpios, en estado natural, todo sucio, acharolado, lleno de ratas, de pintadas, de…
Me quedé muy impresionada. Ya estaba cansada de tanto monumento en condiciones, por fin pude recorrer un centro histórico viviendo la sensación de estar en el Medievo. Aunque creo que se han pasado un poco, no hacía falta tanta suciedad, tanto abandono. Cuando pregunté a un amable viandante cómo conseguían mantener sus monumentos en ese estado tan auténtico me dijo que lo conseguían trabajando por turnos. Enhorabuena a los jerezanos por el esfuerzo que hacen para mantener su historia de forma natural y sorprendente.
Coincidí con un centenar de curiosos con paraguas que iban de monumento en monumento, según entendí se trataba de los integrantes de la Ruta de la Barbarie. Estuve poco tiempo con ellos, se metieron en un palacio en perfectas condiciones donde me sentí decepcionada. Todo tan limpio, tan cuidado. Un señor con bastón, que seguramente debía ser el propio marqués, ejerció de cicerone mostrándonos bellísimas habitaciones mudéjares, patios renacentistas, cuadros de gran tamaño, imágenes de siglos pasados y un sinfín de maravillas. Sé que no era un museo porque no cobraron entrada, realmente es un palacio extraordinario, bien mantenido porque parece que viven dentro de él, según escuché cosa de los Domecq Zurita.
Son gente que no va con el modernismo, ¡a quién se le ocurre tener un palacio en tan buenas condiciones cuando la moda en Jerez es demolerlos por dentro y llenarlos de escombros y basura! Estos marqueses es que no entienden de turismo. Recuerdo que nos enseñó un supuesto árbol de la vida mexicano, que dicen que fue el que México tuvo en una exposición de Barcelona. Entre tú y yo aquello no era un árbol, pues era de barro cocido, pero quedaba bonito.
Allí dejé a este grupo de jerezanos que quieren una ciudad limpia y un centro histórico donde sus monumentos no sean demolidos, una ciudad cuyas edificaciones modernas respeten la estética de los rincones donde se construyen, una ciudad que mantenga su pasado que es la única manera de conservar las raíces, una ciudad sin ladrillazos.
Me perdí por mi cuenta recorriendo callejones llenos de pintadas y que son usados como servicios públicos, de calles llenas de ruinas y de auténticas becerradas de pisos posmodernos junto a edificios mudéjares. Te dejo, la batería se me agota, ya te contaré otras cosas que descubrí en esta fascinante ciudad donde un grupo de idealistas se ha empeñado en conservar su patrimonio, por ellos y por sus hijos.
Date por besada, nena.
Pep López Martínez
1 comentario:
Gracias, muchas gracias. Y por si no quedó claro, GRACIAS.
Un artículo genial que como seguidor de este espléndido blog, leo con ganas.
Además, genial por la pincelada de humor que tiene, imaginen al jerezano de turno diciendo todo amulado "Trabajamos por turno".
Gracias, de un lector.
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