Aunque sigue habiendo motivos, no queremos comenzar el año engolfados en la incuria y en la ruina material y espiritual de esta paro-ciudad de Jerez de la Frontera. Es por ello que quiero dar a mis amables lectores, que haberlos ahílos, unos regalos por el día de Reyes Magos.
El viejo Melchor, haciendo honor a la sabiduría de sus canas, dejó un regalo, tan inesperado como predecible: una ventana gótica de esa olvidada casa de fines del XV o principios del XVI de la que hasta ahora sólo podíamos advertir su esplendor pasado en su hoy dividida portada, aquella misma portada que un día se abriera a la festiva calle del Canto. La tanta veces deseada y solicitada limpieza de la vegetación que habitaba entre los fantasmales espacios de la difunta bodega ha permitido que desde el que fuera durante un tiempo “Equipamiento del Cine Astoria” podamos divisar, sin ninguna dificultad, este noble vestigio de la arquitectura gótica civil jerezana. Los avatares de los tiempos y los usos de la vivienda hicieron que perdiera su parteluz, la columnilla que dividía el vano en dos partes, y que se le destrozara la tracería central para colocar una reja que parece tener una venerable antigüedad, pero, pese a todo ello, desde su oculta atalaya ha querido salir triunfante del desengaño del Tiempo para dar testimonio de todo lo que éste se llevó consigo.
Su visión, con esa curiosa moldura que se dispone sobre ella, nos trae a la mente las ventanas de la gótica torre de la antigua Colegial, que pudieron haberse realizado por los mismos años que los de esta ventana y quién sabe si por unos mismos cinceles.
El rey Baltasar, que también la contempló, y que también tuvo en la mente esas mismas ventanas geminadas de la arquitectura del Gótico, no pudo dejar de hacer su regalo: carbón. Un negro regalo destinado a quien tuvo la infeliz idea de colocar, no sabemos con qué intención, esa indecorosa rejilla que tan mal combina con las tracerías y cardinas góticas que dejaron anonadados a los camellos del rey negro. Quizás sea el negro, el color negro, una buena y rápida solución para que con una brocha y una lata de pintura se enmascare esta improvisada celda de castigo. Un castigo para los que la admiran desde el reducto de la Catedral, por supuesto.
El rey Baltasar, que también la contempló, y que también tuvo en la mente esas mismas ventanas geminadas de la arquitectura del Gótico, no pudo dejar de hacer su regalo: carbón. Un negro regalo destinado a quien tuvo la infeliz idea de colocar, no sabemos con qué intención, esa indecorosa rejilla que tan mal combina con las tracerías y cardinas góticas que dejaron anonadados a los camellos del rey negro. Quizás sea el negro, el color negro, una buena y rápida solución para que con una brocha y una lata de pintura se enmascare esta improvisada celda de castigo. Un castigo para los que la admiran desde el reducto de la Catedral, por supuesto.
Gaspar no se fue muy lejos de la Catedral para poner su presente; como dando una de cal al carbón de su compañero Baltasar, su regalo ha sido la eliminación de esas desubicadas jardineras de hormigón que en la última y controvertida intervención urbanística del entorno de la Catedral se adosaron a los sillares del templo dieciochesco. Como expuso el arquitecto que ha estado llevando a cabo las últimas obras de restauración de la Catedral en la conferencia que ofreció en las pasadas Jornadas de Intervención en el Patrimonio de Jerez, la humedad que se filtraba de estas jardineras no estaban haciendo ningún bien a la conservación de los calizos muros ni de los elementos, como los retablos, que se apoyan en ellos. Por lo que parece, algún emisario de los magos también asistió a dicha conferencia. Pese a todo nos queda la inquietud de clasificar lo que ha quedado y la variedad de usos que se le podrá dar en un futuro.
Lástima que los Reyes se marcharan sin haberse dejado caer con más regalos, pero menos da una piedra... ¿no es así?
Juan Antonio Moreno Arana.